Te despiertas, te levantas de la cama con cierto esfuerzo y notas que tus articulaciones están rígidas. Pasas buena parte del día sentado; ya sea en el coche, en la oficina o en el sofá de casa. Apenas te mueves más allá de lo imprescindible: de la silla al baño, del escritorio a la cocina, del coche al supermercado. El ejercicio no forma parte de tu rutina, o si lo hace, es esporádico y sin continuidad. Algo de lo que, incluso, alerta la Organización Mundial de la Salud al recordar los riesgos de la vida sedentaria.
A la hora de subir unas escaleras, te falta el aliento antes de llegar al último peldaño. Agacharte a recoger algo del suelo te resulta incómodo. Permanecer de pie más de unos minutos te cansa. Sentarte y levantarte de una silla empieza a ser más difícil de lo que recuerdas. Los músculos parecen haber perdido fuerza, y tu resistencia es mínima para esfuerzos que antes no te suponían ningún problema.
Cuando llega la noche, el descanso no es reparador. A pesar de que pasas varias horas en la cama, te despiertas con la sensación de no haber dormido bien. Quizás te cuesta conciliar el sueño, o te despiertas varias veces durante la noche. Todo esto puede ser consecuencia de un estilo de vida demasiado sedentario. La inactividad afecta no solo al cuerpo, sino también a la calidad del sueño y al bienestar general.
Los riesgos de ser una persona sedentaria
Ser una persona sedentaria implica llevar una vida con muy poca actividad física. El cuerpo humano, sin embargo, está diseñado para moverse. Durante siglos, la supervivencia dependió de caminar largas distancias, correr, cazar y recolectar. Aunque parezca una lección de prehistoria, la realidad es que una persona en el año 1915 estaba más cerca de vivir como en el año 250 que de cómo vivimos ahora.

En el último siglo esto ha cambiado drásticamente, pero en las dos últimas décadas se ha multiplicado de manera exponencial. La mayoría de las actividades diarias pueden realizarse sin apenas esfuerzo físico: desde hacer la compra online hasta pasar horas frente al ordenador trabajando o viendo series. La alimentación también ha cambiado, con un acceso fácil a productos ultraprocesados y un menor gasto energético diario.
Este cambio en los hábitos ha provocado un aumento de enfermedades relacionadas con el sedentarismo. La falta de movimiento está directamente asociada a problemas cardiovasculares, diabetes tipo 2 y obesidad. El corazón, como cualquier otro músculo, necesita actividad para mantenerse en forma. Si no lo ejercitamos, la circulación sanguínea se vuelve menos eficiente y aumenta el riesgo de hipertensión y otras afecciones. Algo de lo que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE.
A nivel mental, el sedentarismo también tiene consecuencias. La falta de actividad física está relacionada con niveles más altos de estrés, ansiedad y depresión. El ejercicio ayuda a liberar endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad. Sin esta dosis natural de bienestar, el estado de ánimo puede verse afectado negativamente. Además, un estilo de vida inactivo puede perjudicar la calidad del sueño, lo que a su vez repercute en la energía y el rendimiento diario.
Las señales de que eres una persona sedentaria: en qué fijarte
Si tienes dudas sobre si llevas una vida demasiado sedentaria, hay ciertos signos que pueden alertarte. Uno de los más evidentes es la falta de resistencia ante pequeños esfuerzos. Si subir unas escaleras o caminar a paso rápido te deja sin aliento, es una señal clara de que necesitas moverte más.
Además, es necesario recordar que estar delgado o, más concretamente, no tener sobrepeso ni ser obeso no significa que no seamos sedentarios. Puede haber personas con un ligero sobrepeso que estén en buena forma, mientras que podría haber personas que no lo tengan y, sin embargo, sean sedentarias y su actividad física sea nula. Algo que explicaba en este periódico el nutricionista Pablo Ojeda.
También lo es la pérdida de flexibilidad: si te cuesta tocarte los pies sin doblar las rodillas o si notas rigidez al despertar, tu cuerpo está pidiendo más actividad. Lo que también es evidente es comprobar qué exigencia física pueden exigirte tus hobbies y actividades cotidianas y ver si cumples con ellos. En este sentido, apostar por aficiones algo más intensas puede ser la mejor manera de salir de la postración.
Otro indicio es la falta de fuerza muscular. Si levantar objetos moderadamente pesados o cargar bolsas de la compra te resulta difícil, significa que tus músculos han perdido tono. La fatiga recurrente es otra pista. Paradójicamente, cuanto menos nos movemos, más cansados nos sentimos. Un estilo de vida sedentario reduce la eficiencia del organismo para generar energía y aumenta la sensación de agotamiento. Lo malo, además, es que el sedentarismo no es patrimonio de un género ni de una edad, sino que puede estar presente en todas las etapas de la vida.
Por último, el cuerpo da otras señales que no hay que ignorar. Tener malas posturas constantes, sufrir dolores musculares frecuentes o enfermar con regularidad pueden estar relacionados con la inactividad. Un sistema inmunológico débil es más común en personas sedentarias, así como los problemas de sueño. Si te cuesta dormir bien y te levantas sin energía, es probable que tu cuerpo necesite más movimiento para equilibrarse. Prestar atención a estos signos y hacer cambios progresivos en la rutina puede marcar una gran diferencia en la salud y el bienestar.